Mis alumnos saben que una de las preguntas que más me gusta hacerles es: ¿quiénes sois? Para nunca responderles después cuando me devuelven -a mi humilde entender- una de las más básicas interrogantes existenciales.
No porque no sepa quién soy yo, sino porque llegar a responder dicha cuestión me ha supuesto mucho tiempo, reflexión, lectura y sobre todo dolor. Dolor por equivocarme en el camino de la vida y reconocer como errores los que sin duda así eran: decisiones, omisiones, malas acciones… Dame una gran oportunidad y casi seguro que la lío.
Así que precisamente porque nadie se acuesta en el mundo pensando que no lleva razón -o al menos que no tiene la suficiente como para creer que lo demás están equivocados-, a mi juicio aparece como una idea cristalina el hecho de que no viene nada mal poseer la capacidad de reconocer las propias limitaciones, sin edulcorantes ni vaselina. Esto ayuda mucho a poner el propio ego en su lugar adecuado, acostumbrado como suele estar por nuestro sesgo ensalzador, en una posición más elevada de lo que le corresponde.
No nos engañemos: si crees que yerras de vez en cuando, probablemente lo haces mucho. De igual manera que no dudamos que quien se cree infalible sin duda se equivoca, y que quien piensa que falla en cinco, con algo de sensatez y un poco de su parte descubrirá que falla en diez (aunque si le dejan en manos de unos amigos terminará pensando que falló en veinte, puesto que así de generosa suele ser la amistad la mayor parte de las veces).
Por todo ello creo que reconocer que fallamos y que, además, no vemos todo lo mal que hacemos las cosas (si lo hacemos bien, seguro que lo hemos visto a la primera), es al menos un camino existencial en el que se apuntan maneras.
Así que no creo que deba ser aquí diferente de lo que hago y predico en mis clases. No diré quién soy en esta presentación, por mucho que a mi ego le apetezca. No creo que hacerlo ayude mucho a entenderme mejor, o al menos considero que no será necesario para poder disfrutar -o sufrir- de las letras que de vez en cuando dejaré caer en este blog con la excusa de intentar levantar de nuevo esta web.
Porque yo vine aquí a hablar de PKU y de mi vida, a pesar de que aún no diré el motivo de todos los cambios que www.fenilcetonuria.es ha sufrido con la aparición de esta nueva web. Es tarde y estoy cansado. Ahora mismo sólo deseo poner a prueba lo que he aprendido gracias a la paciencia de Julio Laguna, nuestro informático y colaborador, mostrando en esta primera entrada una foto pequeña de mi hija Emma, la razón de mi implicación en el mundo PKU. Me gusta esta foto. Está perfil y no se la ve bien, puesto que aunque os hable de ella aquí, pienso continuar con la tendencia que siempre he tenido de proteger la imagen de mi preciosa hija. Si ella desea algún día inundar internet con su perfecta cara, que lo haga. Tiene todo el derecho de equivocarse y aprender.
Sed felices!