Como padre de una joven de 17 años que ha vivido con fenilcetonuria desde su infancia, he sido testigo del increíble viaje de crecimiento y autodescubrimiento de mi hija. A medida que ha crecido, ha demostrado una madurez impresionante al aprender sobre su enfermedad y manejar su dieta. Aunque ha habido momentos esporádicos de desviación de su dieta especial, en general, ha sido disciplinada y responsable en su enfoque hacia la fenilcetonuria.
El próximo año, mi hija tiene planes de asistir a la Universidad para estudiar Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Desde que era pequeña, ha tenido una pasión por el deporte, participando en actividades como fútbol, kárate y, más recientemente, voleibol. Su talento y dedicación son evidentes, y estoy increíblemente orgulloso de lo lejos que ha llegado en el mundo del deporte.
No solo es una atleta talentosa, sino que también es una estudiante destacada. Habla inglés con fluidez, habiendo asistido a un instituto y colegio bilingüe. Sus habilidades lingüísticas y académicas son impresionantes, y esto la ha preparado aún más para el desafío de la Universidad.
Como padre, a veces siento un dilema. Por un lado, quiero estar cerca de ella, listo para ayudarla en cualquier momento en que lo necesite. Por otro lado, sé la importancia de darle su propio espacio para aprender de sus errores y tomar sus propias decisiones. Es un equilibrio complicado, pero sé que es esencial para su crecimiento y desarrollo como individuo independiente.
A medida que mi hija se prepara para embarcarse en esta nueva etapa de su vida, no puedo evitar sentirme emocionado por su futuro. Estoy seguro de que superará cualquier desafío que se le presente, y estoy emocionado por las oportunidades que le esperan en la Universidad y más allá. Mi papel como padre sigue siendo apoyarla incondicionalmente mientras le doy la libertad que necesita para convertirse en la persona que está destinada a ser.