El reto de las etiquetas nutricionales en la PKU
Vivir con la PKU y salir a comprar es estar en guardia permanentemente. No puedes relajarte. La vigilancia sobre la información nutricional de los alimentos se te mete dentro de la piel. Se convierte en tu segunda naturaleza.
Esta necesidad no sólo nace de la restricción dietética, sino también de la sorprendente y, a veces, alarmante realidad de que los productos alimenticios pueden cambiar su composición sin previo aviso. No importa que lleves años comprando la misma harina baja en proteínas o la misma lata de cebolla frita, de la noche a la mañana, todo puede cambiar.
Como la vida misma
Un claro ejemplo de esta situación fue el cambio en la composición de la harina Beiker, que se vendía en Mercadona. Originalmente, este producto contenía solo 0,5 gramos de proteína por cada 100 gramos. Sin embargo, sin cambios significativos en la lista de ingredientes ni en las alertas al consumidor, el contenido de proteína se elevó a casi 10 gramos por cada 100 gramos. Este tipo de cambios puede tener un impacto dramático en la dieta de alguien con PKU. Esto ya lo contó Agata Bak, nuestra bloguera, hace mucho tiempo. Dale aquí si quieres leer lo que escribió. En la imagen puedes ver las etiquetas y cómo cambió.


Una historia que se repite
No se trata de un caso aislado. Algo similar ocurrió con el tomate frito enlatado de Lidl, donde el contenido de proteínas se duplicó de 0,4 a 0,8 gramos por 100 gramos. Cuando vi las etiquetas me quedé chafado completamente. Era el tomate frito favorito de mi hija. Estos ejemplos ilustran la «maldición» que nos acompaña a todos aquellos afectados por la PKU. Tenemos que transformarnos en expertos nutricionales sin haber pasado por una formación formal en la materia.
Esta necesidad se convierte en una especie de condena: la de revisar meticulosamente la información nutricional de todos los productos alimenticios.
Con el tiempo, esta práctica se automatiza hasta el punto de que incluso cuando no se está comprando alimentos bajos en proteínas, el hábito persiste. Siempre se revisan las etiquetas, «por si acaso».
Que la suerte te acompañe
Recuerdo una vez en la sección de congelados cuando encontré una tarta que mi hija podía comer. No recuerdo exactamente ya qué producto era ni dónde. Pero sí recuerdo que fue un momento maravilloso, como encontrar un tesoro.
Jugar a la lotería en el extranjero
Viajar al extranjero introduce un nuevo nivel de desafío y emoción. Los productos son desconocidos y las sorpresas nutricionales son más frecuentes. Es como jugar a la lotería, generalmente esperando perder, pero ocasionalmente encontrando esos productos que son seguros para el consumo de mi hija. Es una alegría comparable a ganar un premio inesperado. Aunque nunca me haya tocado la lotería de verdad, estos pequeños triunfos nutricionales son, de alguna manera, mucho más gratificantes. Bueno, si algún día me toca la lotería lo mismo cambio de opinión.
Por tanto, sabed que sin querer os habéis convertido o estáis en proceso de convertiros en un incansable detective de la nutrición. Sois los Sherlock Holmes del DIA y del LIDL. Siempre alerta a los cambios y listo para adaptarse. Ánimo. Quien no juega no gana.
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